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En la España musulmana ya se conocía el macizo de Aspuña que emergía del Valle del Guadalentín como un primer punto de referencia. A partir del aumento progresivo de asentamientos humanos y el aprovechamiento de los recursos del monte, la inaccesibilidad de esta Sierra dejó de ser un hecho; donde se hizo habitual el pastoreo, la tala de árboles para la producción de carbón, la construcción de barcos, la minería, la ampliación de zonas para cultivo…
Todas estas actuaciones convirtieron a Sierra Espuña en un paraje desarbolado al borde del desierto. A finales del siglo XIX, el ingeniero de montes Ricardo Codorníu, junto a José Musso y Juan Ángel de Madariaga emprendieron las labores de reforestación de cerca de 5.000 hectáreas de monte.
El resultado es el paisaje actual, donde abundan los pinos de repoblación junto a frescos y estrechos barrancos donde crecen madreselvas, fresnos, sauces y olmos. Hoy Sierra Espuña es, a nivel europeo, un modelo de restauración hidrológico-forestal.